viernes, 16 de diciembre de 2011

NAVIDADES PELIGROSAS


Corre la costumbre en mi humilde familia de cuando llega la navidad hacer todos tipos de conjuros, tradiciones supersticiosas o como se les quiera llamar, algunas familias ponen objetos en una maleta y dan con ella una vuelta a la manzana para con ello garantizarse un año lleno de viajes, otras beben champán con alguna pequeña pieza de oro dentro de la copa, para así conseguir la ansiada fortuna, etc.

En mi familia se hacen todas estas y una más, que empiezo a pensar esta maldita. Se trata de escribir un deseo en un papel y pisar este mientras se comen las uvas, después se da un salto al frente, se coge el susodicho papel y se quema en un gran cenicero que tenemos preparado para el uso. Si el papel arde por completo, el deseo será concedido.

Ahí comienza el problema, en mi adolescencia recuerdo escribir ganar lo máximo trabajando lo mínimo, dicho y hecho, a los pocos meses me metía en el peliagudo mundo del narcotráfico. Eso si, a pequeña escala. En tan solo un año y pese a haber llevado una vida de lujos y desenfreno había conseguido ahorrar suficiente dinero para dar la entrada para un piso, la tercera parte del valor total de este. Pero la avaricia rompe el saco y acabe con mis huesos en prisión.

Cuando volví a la libertad celebramos unas nuevas navidades y en esta ocasión escribí viajar mucho y ver mundo, dicho y hecho, a los pocos meses estaba trabajando de conductor de trailer. Sí, estoy viendo mundo, mucho mas del que quisiera y en situaciones con bastantes penurias, averías a grados bajo cero, aislamiento en carreteras cortadas por la nieve, socorrer a gente en accidentes graves de carretera. No es el tipo de viajes a los que me refería, pero el genio del cenicero parecía tener mala leche.

Los siguientes años procure ser mas precavido y escribí cosas menos peligrosas, como por ejemplo, que me toque la lotería, pero el papel no se quemaba en su totalidad, por lo que el deseo no era concedido. Ahora se acercan de nuevo las fechas y estoy meditando profundamente. ¿Qué escribiré este año? Quizás que cambien al genio del cenicero por otro que no tenga tan mala leche. FIN.
          

jueves, 13 de octubre de 2011

No dan duros a peseta.

Cuando acepte el trabajo en la plataforma petrolífera sabia que debía ser un trabajo peligroso, el elevado sueldo que pagaban y las advertencias del personal de recursos humanos que me contrato daban buena cuenta de ello, pero no acerté a ver donde me había metido hasta el día en que surgió la emergencia en plena tormenta en el mar del norte. Nada mas salir al exterior la gélida temperatura de quince grados bajo cero y las gotas de mar que me salpicaban flagelaron mi cara como diminutas cuchillas, comencé a trepar por la torre y mis manos notaron el frió acero adherirse a mis dedos como si se quisiera quedar con parte de mi piel, el dolor era intenso y la tensión me hacia temblar las piernas.

   Me ate con el arnés y me puse los guantes, aunque una vez arriba debería volver a quitarme estos para poder realizar la soldadura con la habilidad necesaria. Fue entonces cuando una ola de mar me golpeo con tal fuerza que mis pies resbalaron de su sujeción y me golpee fuertemente en la cabeza, un pequeño hilillo de sangre comenzó a resbalar desde mi frente, me quite los guantes y me toque la cara, note una pequeña estalactita congelada mezcla de mocos y agua marina colgando de mi nariz y pensé en mi hogar.- ¡Mama, quiero volver a casa!...Pero, había de continuar con la ascensión.

Despistes geneticos


* En una ocasión, realizando una reforma de un negocio familiar, mi hermano cortaba una madera con una sierra eléctrica mientras mi madre sujetaba esta para ayudarle. De repente y sin más previo aviso, mi madre se quita un zapato y comienza a golpear la tabla repetidamente y con frenesí. Mi hermano atónito y perplejo para y la pregunta que qué hace, a lo que mi madre responde que si no lo ve, matar las pulgas que no paran de saltar en la tabla.
Todos comenzamos a reír al unísono menos mi madre que nos miraba sin comprender y tuvimos que explicarla que no eran pulgas sino el serrín que salía al cortar la madera y que con las vibraciones de la sierra eléctrica votaban.

*En otra ocasión éramos mi tía y yo quienes acompañábamos a mi madre a realizar unas gestiones en unas oficinas de unión fenosa. Se sentaron las dos frente a la secretaria y yo permanecía de pie al lado, en esto que suena un teléfono móvil en el bolso de mi madre y esta comienza a buscar dentro y al cabo de un rato veo que saca del bolso un mando a distancia de un televisor y se lo pone en la oreja.- ¿Diga?…no se oye nada… ¡Diga! 
La cara de la secretaria era todo un poema. Con los ojos muy abiertos y perpleja ante tan surrealista situación y los pómulos tensos de aguantar la risa. Entonces mi madre le pasa el mando a distancia a mi tía diciendo.- A ver si tú sabes como va esto que yo no me entero.
Mientras mi tía cogia el susodicho mando el verdadero teléfono seguía sonando desde el interior del bolso. Se pone mi tía el mando en la oreja al igual que mi madre y dice.- ¿Quién es? No se oye ¿diga?
Entonces, no aguante mas y comencé a reírme a lo que me acompaño la secretaria que ya no podía mas y tuve que explicar a mi madre lo que ocurría, aunque el teléfono móvil ya había dejado de sonar. Fue entonces cuando las dos despistadas también comenzaron a reír sonrojadas.

*En esta tercera ocasión le tocaba el turno a mi padre, que se disponía a salir a la calle a comprar el pan, cuando se encuentra a dos vecinas en la escalera hablando y va a preguntar a una de ellas por su marido pues estaba enfermo. Estas que antes de llegar mi padre estaban hablando de su perro al que acababan de cortar las orejas para que las mantuviera rectas, piensan que se quiere unir a la conversación del perro, cuando la realidad es que mi padre preguntaba por el esposo.
   La conversación fue la siguiente:
-Hola ¿Qué tal esta el pobre? -pues ahí le tienes, con las orejas vendadas.
-¿Y eso? ¿Que le ha pasado ahora?
-Pues nada, los niños que se empeñaron en que las tenia muy grandes y le colgaban mucho.
- pobrecillo ¿puedo pasar a verle?
-pasa pasa, esta en la cocina.
A esto que mi padre pasa dentro y se le oye exclamar ¡leche, pero si es el perro!
Pueden imaginarse las carcajadas de las vecinas mientras le preguntaban.- ¿Pues de quien te creías que hablábamos…?


*Para terminar; Llegaba mi padre del trabajo a casa y al meter la llave en la cerradura, no atinaba. – ¡Joder, ni que estuviera borracho! ¡A ver si me he equivocado de llave!
Tras comprobarlo y ver que todo estaba correcto, piensa que se ha equivocado de piso, mira al lado del ascensor y ve.- Quinto ¡ostia, pero si es el mío! Por lo que vuelve a intentarlo, sin resultado.
Es entonces cuando una anciana abre desde el interior y con la cadena de seguridad puesta y cara de asustada, pregunta -¿Quién es usted?, ¿Que quiere? – ¡OH! Perdone, he debido equivocarme.
Efectivamente, se había equivocado no de piso sinó de portal, pero lo extraño de todo es que subió los peldaños del portal con diferentes tramos al nuestro, diferente moqueta, diferente portero, ¡Que le saludo! Y pensó que iría a ver a algún vecino, y diferente decoración de ascensor así como felpudo. Sin percatarse de nada de ello.Lógicamente, Fue la comidilla de todos los porteros de la manzana durante semanas.

No cabe duda que con estos genes en el cuerpo, en el futuro yo tambien vivire despistes similares.

Pesadillas

Caminaba por el madrileño barrio de lavapies con ganas de fiesta y buscando a mis amigos, pues sabia que solían moverse de marcha por la zona, cuando note una vibración en mi bolsillo, saque el móvil y vi la pantalla de un GPS en modo peatón, con monigotes rojos y azules que representaban a la perfección el lugar y movimiento de los transeúntes que por allí circulaban.

   En el centro de la pantalla había un monigote en color negro y con la palabra “fantasma” escrita al lado, mire al frente y en el lugar ubicado venia andando hacia mí un personaje con un impecable y brillante traje negro.


   ¿Qué significaba todo aquello? Me pareció enigmático. Mi teléfono no tenia GPS y el personaje en si, me parecía anacrónico, no correspondía al tipo de gente que se suele mover por ese barrio. ¿Seria realmente un fantasma? ¿Cómo podría averiguarlo?


   Volví a mirar al frente y este se encontraba ya a solo diez pasos de mí. Me sobresalto el extraño detalle de que llevaba una bolsa de cartón el la cabeza con un dibujo de la cara de “v de vendetta”. Al cruzarme con el, este giro la cabeza como si pudiera verme a través del cartón y continúo el paseo tan erguido y estirado como venia anteriormente. Una vez le hube rebasado gire la cabeza y comprobé que el también lo hacia, con la enigmática sonrisa del susodicho personaje de comic y el perfilado bigotillo sobre el labio superior.


   Lo vivido me quito las ganas de juerga ipso facto por lo que me senté en una parada de autobús, agobiado, pensando en lo ocurrido. Necesitaba meditarlo.

Calpe

Los más felices y antiguos recuerdos que tengo de mi infancia he de ubicarlos en el pequeño y encantador pueblo costero de Calpe, en la provincia de Alicante. Por aquel entonces vivíamos en Madrid y los viajes a la playa los realizábamos de noche, huyendo del calor y el tráfico. Recuerdo que mi hermana se tumbaba en el asiento trasero del “Seat 124” y yo me acoplaba en la bandeja pegada a la luneta trasera, allí donde otros conductores ponían al famoso perrito de cabeza oscilante. Hoy en día se vería como una temeridad viajar así, pero eran otros tiempos; Tiempos en los que siete personas podían viajar en un vehículo acto para cinco o donde uno podía viajar tumbado con los pies asomando por la ventanilla sin correr el riesgo de que a uno lo multaran. Indudablemente era un peligro, que no obstante yo lo recuerdo con nostalgia.

   Al llegar, mis padres nos despertaban, y recuerdo el sonido de los grillos en la noche plagada de estrellas y el olor siempre placentero del jazmín dándonos la bienvenida desde el jardín. Continuábamos nuestro sueño ya en la cama y al despertar lo primero que hacia es ir corriendo a la terraza a ver la majestuosa vista del peñón de Ifach. Imagen que yo relacionaba con sol, playa, vacaciones, cine de verano, helados, y un sin fin de cosas que me hacían feliz. La visión idílica desde la terraza de este peñón, nos hacia verlo por su parte mas estrecha y alta como si de un altar ó tótem celestial se tratase.



   Una vez en el paseo de la playa me dejaba deslumbrar por las” Harley Davidson” de los extranjeros. Motos desorbitadamente extravagantes comparadas con las humildes “ossas” a las que estábamos acostumbrados por estas lindes. Y a posteriori disfrutaba de un cucurucho de helado ya de camino a la playa.
   Mi mayor diversión en esta playa consistía en el rompeolas. Este era un gran bloque de hormigón de unos veinte metros por cinco y estaba completamente cubierto de musgo, por lo que resbalaba mucho y había que andar con sumo cuidado, además había muchos erizos y uno podía acabar con el pie lleno de espinas si no miraba bien donde pisaba. Mi juego consistía en avanzar cautelosamente hasta uno de los bordes laterales, ya que en el borde frontal rompían las olas, y desde allí y a pesar de no saber nadar, saltaba intrépido, fuertemente agarrado a mi flotador dejando que las olas me llevaran de nuevo a la orilla, desde donde corría de nuevo al rompeolas para seguir con el interminable ciclo de saltos.

En uno de estos saltos una gran ola me volteo, quedando patas arriba, y por mas que pataleaba no conseguía darme la vuelta; cuando ya me veía ahogado alguien me volvió a voltear y al abrir los ojos descubrí a mi tío Tito que había acudido a mi rescate.

   Por la tarde la diversión consistía en ir a robar fruta por los huertos colindantes en compañía de mi hermana y sus amigos, de forma que llenábamos a mi madre la despensa de naranjas, níscalos, higos chumbos, etc. Con lo que ella quedaba encantada.

En una ocasión mi padre paro el coche en mitad de la carretera y fue mi madre la que bajo a robar unas naranjas para nosotros con tan mala suerte que el agricultor la pillo y la hizo sonrojar. Juro que jamás volvería a hacerlo.

   Ya entrada la noche acudíamos al cine de verano donde las lagartijas corrían por la pantalla disputándose el protagonismo con Terenci Moix, y una vez acabada la película caminábamos de vuelta a casa para acostarnos y recargar fuerzas para un nuevo día.

   En esta casa siempre acudían amigos de visita donde el vino y los chupitos llevaban a los adultos por la vía del desenfreno etílico, por lo que tanto mis padres con sus amigos como yo con los hijos de estos, teníamos la diversión garantizada y las fiestas eran allí continuas.

   UN TOQUE MACABRO: Nuestro vecino de apartamento era un hombre que vivía solo allí todo el año y tenia fama de estar loco. Hablaba solo y cambiando las voces como si hubiese varias personas en el dialogo, esto lo podíamos oír los chavales pegados a la mampara que separaba nuestras terrazas y nos divertía enormemente.

   Un verano cuando llegamos al apartamento había un fuerte y pestilente olor que inundaba toda la escalera, por lo que mi padre llamo a la policía temiéndose lo peor.

   Minutos después desde la ventana de nuestro cuarto vimos pasar un policía que se disponía a saltar de nuestra terraza a la del vecino y salimos todos a la escalera a cotillear. Al momento el policía salio por la puerta con un pañuelo sujetado fuertemente contra boca y nariz; a los chicos nos mandaron a dormir, pero a la mañana siguiente nos enteramos por la conversación de los mayores que se habían encontrado al vecino tumbado, atravesado en la cama, rodeado de comida y con gusanos por todo el cuerpo en alto estado de putrefacción.

    Esta conversación de adultos pareció pasar inadvertida, pero a mí se me quedo grabada a fuego, quizá por tratarse del más pequeño todavía la recuerdo como si se tratase de ayer