jueves, 13 de octubre de 2011

No dan duros a peseta.

Cuando acepte el trabajo en la plataforma petrolífera sabia que debía ser un trabajo peligroso, el elevado sueldo que pagaban y las advertencias del personal de recursos humanos que me contrato daban buena cuenta de ello, pero no acerté a ver donde me había metido hasta el día en que surgió la emergencia en plena tormenta en el mar del norte. Nada mas salir al exterior la gélida temperatura de quince grados bajo cero y las gotas de mar que me salpicaban flagelaron mi cara como diminutas cuchillas, comencé a trepar por la torre y mis manos notaron el frió acero adherirse a mis dedos como si se quisiera quedar con parte de mi piel, el dolor era intenso y la tensión me hacia temblar las piernas.

   Me ate con el arnés y me puse los guantes, aunque una vez arriba debería volver a quitarme estos para poder realizar la soldadura con la habilidad necesaria. Fue entonces cuando una ola de mar me golpeo con tal fuerza que mis pies resbalaron de su sujeción y me golpee fuertemente en la cabeza, un pequeño hilillo de sangre comenzó a resbalar desde mi frente, me quite los guantes y me toque la cara, note una pequeña estalactita congelada mezcla de mocos y agua marina colgando de mi nariz y pensé en mi hogar.- ¡Mama, quiero volver a casa!...Pero, había de continuar con la ascensión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario